22 diciembre 2009

Leylí y Majnúm


Leylí y Majnúm

Ha de medirse la búsqueda, con la vara del Majnúm del amor

Dice el relato que un día se encontró a Majnúm tamizando el polvo, bañado en lágrimas.

Le preguntaron ¿Qué haces? El dijo: “Busco a Leyli”. Ellos exclamaron: ¡Ay de tí! ¡ Leyli es de espíritu puro y la buscas en el polvo!

Majnúm contestó: “La busco por doquier, quizás en algún lugar la encuentre”.

Había una vez un amante que había sufrido varios años de separación de su amada y se consumía en el fuego de la lejanía: Por imperio del amor, su corazón quedó vacío de paciencia y su cuerpo cansado de su espíritu; consideraba una burla la vida sin ella y el tiempo le iba consumiendo.

Muchos fueron los días que, añorándola, no halló sosiego y muchas noches en que su dolor por ella le privó del sueño; su cuerpo se consumía en suspiros, la herida de su corazón le había convertido en un quejido lastimero.
Habría dado mil vidas por una copa de su presencia, pero de nada le sirvió.

Los médicos no le encontraban remedio, y sus camaradas evitaban su compañía; ciertamente los doctores no conocen el remedio para un enfermo de amor, a no ser que el favor de la amada le salve.

Finalmente el árbol de su añoranza engendró el fruto de la desesperación y el fuego de su esperanza se redujo a cenizas. Una noche sin poder ya vivir, salió de su casa y se dirigió a la plaza.

De repente un sereno le siguió. Perseguido por él echó a correr. Entonces otros se unieron a éste cerrándole todos los caminos al fatigado. Clamando, el desdichado corrió de aquí para allá lamentándose, “seguramente este guardia que me persigue tan tenazmente es ‘Izrá’íl, mi ángel de la muerte; o es un tirano que trata de hacerme daño”. Sus pies le sostenían, uno sangrando por la flecha del amor, mientras su corazón se lamentaba.

Entonces llegó hasta el muro de un jardín, y lo escaló con inenarrable dolor, ya que era muy alto, y olvidándose de su vida se arrojó al jardín.

Y vió allí a su amada, quien lámpara en mano, buscaba un anillo que había perdido. Cuando el amante de subyugado corazón vio a su amado corazón, respiró profundamente, y alzando sus manos en oración, exclamó:

“¡Oh Dios! ¡Otorga gloria, riquezas y larga vida al guardia, ya que era Gabriel, quién guió a este pobre; o era el ángel de la muerte que dio vida a este desdichado”!

Nota: Con esta historia podemos ver que a veces las dificultades nos ayudan a encontrar lo que estábamos deseando y en muchos casos es mejor de lo que pensábamos...

1 comentario:

cuadernodemujeres dijo...

feliz año nuevo, os quiero.

besitos

Hayar